Extracto del libro: El prisionero de Zenda
me instalé en el Hotel Continental de aquella ciudad, resuelto a pasar allí un día y una noche, camino del … Tirol.
Fui a ver a Jorge Federly en la embajada, comimos juntos en Durand y después nos fuimos a la Opera; tras una ligera cena nos presentamos en casa de Beltrán, poeta de alguna reputación y corresponsal de La Crítica, de Londres. Ocupaba un piso muy cómodo, y hallamos allí algunos amigos suyos, personas muy simpáticas todas, con quienes pasamos el rato agradablemente, fumando y conversando. Sin embargo, noté que el dueño de la casa estaba preocupado y silencioso, y cuando se hubieron despedido todos los demás y quedándonos solos con él Federly y yo, empecé a bromear a Beltrán, hasta que exclamó, dejándose caer en el sofá:
–¡Pues nada, que tienes tú razón y estoy enamorado, perdidamente enamorado!
–Así es
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