Extracto del libro: Contigo Pan y Cebolla

El diplomático ilustre que había sostenido en Washington[2] la causa de la justicia, la causa nacional, quiso pelear por ella como soldado, aspirando a sellar con su propia sangre sus palabras y sus escritos.
Levantó y organizó un batallón de artesanos, denominado de «Bravos,» y cuando los restos del brillante cuerpo de ejército debelado en Padierna retirábanse en confusión ante las bayonetas del vencedor, el anciano de cerca de sesenta años, fuerte y valeroso y resuelto como en los días de su juventud, se apostaba a la cabeza de sus guardias nacionales en el convento de Churubusco, deteniendo el paso al enemigo hasta quemar el último cartucho y recibirle impávido con los brazos descansando sobre las armas. Si la gloria humana no es sueño, Gorostiza alcanzóla ese día
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